Hermosos caminos se forjan en mi rostro
con cada asomo del ocaso,
son huellas de mis pasos
en el sendero recorrido.
Surcan mi piel marcas de risas y abrazos
de recuerdos,
que no quedaron en el olvido.
Rememoran un corazón brioso y rebelde
que deseaba con ímpetu y capricho
y que poco a poco fue calmándose
como la bestia bajo el cincho.
Huellas indelebles, inquebrantables
siguen su rumbo como el río
danzando sobre mí y dibujando sin prisa
con la paciencia del árbol
con el cariño de la brisa.
Soy el girasol que acepta el atardecer
soy la hoja en otoño y caigo libre sobre el viento
admiro cada grieta de mi ser
cada una cuenta un cuento
cada una guarda un secreto
una a una me recuerdan todo
todo lo que he vivido.
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