Un día iba de prisa 
por una calle sin salida
y en un portón de la esquina 
en la calle Florida
vi un hombre besando a otro 
con bastante osadía
yo necesitaba urgentemente la hora
y solo estábamos ellos dos y mi demora
seguí de largo por respeto.

¿Quién era yo para romper 
aquel acto de amor 
por un contratiempo?
Más tarde me topé 
con dos chicas hermosas
una era morena 
y la otra blanca rosa
sus manos entrelazadas 
se mecían con gracia.
Ya no tenía prisa
pero tenía rabia
la mirada inquisidora 
de una madame sin facha
de aquella escena
dañaba la magia.
Ya en la Recoleta
me topé con una señora regordeta
tenía una voz gruesa de opereta
y sus facciones masculinas escondían 
un alma pura y picaresca
me habló de su eterno amor, un poeta 
que ya murió por la letra
le di mi pesar pero me dijo que
aunque no lo parezca
la muerte es engañosa y pintoresca
ahora pasaba más tiempo con él
que con su gata Francesca.
Y al final del día fui al teatro
era una mole gigante
parecía un gato
y estaba dentro de un edificio enorme
hecho de piedra y mármol
protegido por Juana la guerrera
con la espada al canto
que recuerda a una generación 
que sufrió el espanto.
Y aquí estamos nuevamente
hablando de amor en tiempos dementes
donde los quienes dicen a quien amar
y yo sólo sé que de amor
más sabe el ancho mar
que en su vastedad
acoge todas las formas sin objetar.


Este y otros poemas los encontrarás en el eBook "Un pequeño mensajero"
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